domingo, 31 de março de 2013

MENSAJE URBI ET ORBI DEL SANTO PADRE FRANCISCO Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português


Mensagem Urbi Et Orbi Páscoa 2013(Vídeo)
[Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português]




MENSAJE URBI ET ORBI
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PASCUA 2013
Domingo 31 de marzo de 2013

Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo: ¡Feliz Pascua! ¡Feliz Pascua!
Es una gran alegría para mí poderos dar este anuncio: ¡Cristo ha resucitado! Quisiera que llegara a todas las casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay más sufrimiento, en los hospitales, en las cárceles...
Quisiera que llegara sobre todo al corazón de cada uno, porque es allí donde Dios quiere sembrar esta Buena Nueva: Jesús ha resucitado, hay la esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia. La misericordia de Dios siempre vence.
También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío, podemos preguntarnos qué sentido tiene este evento (cf. Lc 24,4). ¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Significa que el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de desierto que hay en nuestro corazón. Y esto lo puede hacer el amor de Dios.
Este mismo amor por el que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, y ha ido hasta el fondo por la senda de la humildad y de la entrega de sí, hasta descender a los infiernos, al abismo de la separación de Dios, este mismo amor misericordioso ha inundado de luz el cuerpo muerto de Jesús, y lo ha transfigurado, lo ha hecho pasar a la vida eterna. Jesús no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa de Dios y ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha abierto a un futuro de esperanza.
He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria somos nosotros: es el hombre vivo (cf. san Ireneo, Adv. haereses, 4,20,5-7).


Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió y resucitó una vez para siempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este paso de la esclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en todos los tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en nuestra vida cotidiana. Cuántos desiertos debe atravesar el ser humano también hoy. Sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de todo lo que el Creador nos ha dado y nos da. Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos (cf. Ez 37,1-14).
He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz.
Así, pues, pidamos a Jesús resucitado, que transforma la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí, Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz para el mundo entero.
Paz para Oriente Medio, en particular entre israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el fin de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Paz para Iraq, y que cese definitivamente toda violencia, y, sobre todo, para la amada Siria, para su población afectada por el conflicto y los tantos refugiados que están esperando ayuda y consuelo. ¡Cuánta sangre derramada! Y ¿cuánto dolor se ha de causar todavía, antes de que se consiga encontrar una solución política a la crisis?
Paz para África, escenario aún de conflictos sangrientos. Para Malí, para que vuelva a encontrar unidad y estabilidad; y para Nigeria, donde lamentablemente no cesan los atentados, que amenazan gravemente la vida de tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, están siendo rehenes de grupos terroristas. Paz para el Este la República Democrática del Congo y la República Centroafricana, donde muchos se ven obligados a abandonar sus hogares y viven todavía con miedo.
Paz en Asia, sobre todo en la península coreana, para que se superen las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación.
Paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia; egoísmo que continúa en la trata de personas, la esclavitud más extendida en este siglo veintiuno: la trata de personas es precisamente la esclavitud más extendida en este siglo ventiuno. Paz a todo el mundo, desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas y la explotación inicua de los recursos naturales. Paz a esta Tierra nuestra. Que Jesús Resucitado traiga consuelo a quienes son víctimas de calamidades naturales y nos haga custodios responsables de la creación.
Queridos hermanos y hermanas, a todos los que me escuchan en Roma y en todo el mundo, les dirijo la invitación del Salmo: «Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: / “Eterna es su misericordia”» (Sal 117,1-2).

Queridos hermanos y hermanas venidos de todas las partes del mundo y reunidos en esta plaza, corazón de la cristiandad, y todos los que estáis conectados a través de los medios de comunicación, os renuevo mi felicitación: ¡Buena Pascua!
Llevad a vuestras familias y vuestros Países el mensaje de alegría, de esperanza y de paz que cada año, en este día, se renueva con vigor.
Que el Señor resucitado, vencedor del pecado y de la muerte, reconforte a todos, especialmente a los más débiles y necesitados. Gracias por vuestra presencia y el testimonio de vuestra fe. Un pensamiento y un agradecimiento particular por el don de las hermosas flores, que provienen de los Países Bajos. Repito a todos con afecto: Cristo resucitado guíe a todos vosotros y a la humanidad entera por sendas de justicia, de amor y de paz.

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Vigília Pascal na Noite Santa . Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português

Vigília Pascal na Noite Santa (Vídeo)[Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português]



HOMILIA DO SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica VaticanaSábado Santo, 30 de março de 2013




Amados irmãos e irmãs!

1. No Evangelho desta noite luminosa da Vigília Pascal, encontramos em primeiro lugar as mulheres que vão ao sepulcro de Jesus levando perfumes para ungir o corpo d’Ele (cf. Lc 24, 1-3). Vão cumprir um gesto de piedade, de afeto, de amor, um gesto tradicionalmente feito a um ente querido falecido, como fazemos nós também. Elas tinham seguido Jesus, ouviram-No, sentiram-se compreendidas na sua dignidade e acompanharam-No até ao fim no Calvário e ao momento da descida do seu corpo da cruz. Podemos imaginar os sentimentos delas enquanto caminham para o túmulo: tanta tristeza, tanta pena porque Jesus as deixara; morreu, a sua história terminou. Agora se tornava à vida que levavam antes. Contudo, nas mulheres, continuava o amor, e foi o amor por Jesus que as impelira a irem ao sepulcro. Mas, chegadas lá, verificam algo totalmente inesperado, algo de novo que lhes transtorna o coração e os seus programas e subverterá a sua vida: vêem a pedra removida do sepulcro, aproximam-se e não encontram o corpo do Senhor. O caso deixa-as perplexas, hesitantes, cheias de interrogações: «Que aconteceu?», «Que sentido tem tudo isto?» (cf. Lc 24, 4). Porventura não se dá o mesmo também conosco, quando acontece qualquer coisa de verdadeiramente novo na cadência diária das coisas? Paramos, não entendemos, não sabemos como enfrentá-la. Frequentemente mete-nos medo a novidade, incluindo a novidade que Deus nos traz, a novidade que Deus nos pede. Fazemos como os apóstolos, no Evangelho: muitas vezes preferimos manter as nossas seguranças, parar junto de um túmulo com o pensamento num defunto que, no fim de contas, vive só na memória da história, como as grandes figuras do passado. Tememos as surpresas de Deus. Queridos irmãos e irmãs, na nossa vida, temos medo das surpresas de Deus! Ele não cessa de nos surpreender! O Senhor é assim.

Irmãos e irmãs, não nos fechemos à novidade que Deus quer trazer à nossa vida! Muitas vezes sucede que nos sentimos cansados, desiludidos, tristes, sentimos o peso dos nossos pecados, pensamos que não conseguimos? Não nos fechemos em nós mesmos, não percamos a confiança, não nos demos jamais por vencidos: não há situações que Deus não possa mudar; não há pecado que não possa perdoar, se nos abrirmos a Ele.

2. Mas voltemos ao Evangelho, às mulheres, para vermos mais um ponto. Elas encontram o túmulo vazio, o corpo de Jesus não está lá… Algo de novo acontecera, mas ainda nada de claro resulta de tudo aquilo: levanta questões, deixa perplexos, sem oferecer uma resposta. E eis que aparecem dois homens em trajes resplandecentes, dizendo: «Porque buscais o Vivente entre os mortos? Não está aqui; ressuscitou!» (Lc 24, 5-6). E aquilo que começara como um simples gesto, certamente cumprido por amor – ir ao sepulcro –, transforma-se em acontecimento, e num acontecimento tal que muda verdadeiramente a vida. Nada mais permanece como antes, e não só na vida daquelas mulheres mas também na nossa vida e na nossa história da humanidade. Jesus não é um morto, ressuscitou, é o Vivente! Não regressou simplesmente à vida, mas é a própria vida, porque é o Filho de Deus, que é o Vivente (cf. Nm 14, 21-28; Dt 5, 26, Js 3, 10). Jesus já não está no passado, mas vive no presente e lança-Se para o futuro; Jesus é o «hoje» eterno de Deus. Assim se apresenta a novidade de Deus diante dos olhos das mulheres, dos discípulos, de todos nós: a vitória sobre o pecado, sobre o mal, sobre a morte, sobre tudo o que oprime a vida e lhe dá um rosto menos humano. E isto é uma mensagem dirigida a mim, a ti, amada irmã, a ti amado irmão. Quantas vezes precisamos que o Amor nos diga: Porque buscais o Vivente entre os mortos? Os problemas, as preocupações de todos os dias tendem a fechar-nos em nós mesmos, na tristeza, na amargura… e aí está a morte. Não procuremos aí o Vivente! Aceita então que Jesus Ressuscitado entre na tua vida, acolhe-O como amigo, com confiança: Ele é a vida! Se até agora estiveste longe d’Ele, basta que faças um pequeno passo e Ele te acolherá de braços abertos. Se és indiferente, aceita arriscar: não ficarás desiludido. Se te parece difícil segui-Lo, não tenhas medo, entrega-te a Ele, podes estar seguro de que Ele está perto de ti, está contigo e dar-te-á a paz que procuras e a força para viver como Ele quer.

3. Há ainda um último elemento, simples, que quero sublinhar no Evangelho desta luminosa Vigília Pascal. As mulheres se encontram com a novidade de Deus: Jesus ressuscitou, é o Vivente! Mas, à vista do túmulo vazio e dos dois homens em trajes resplandecentes, a primeira reação que têm é de medo: «amedrontadas – observa Lucas –, voltaram o rosto para o chão», não tinham a coragem sequer de olhar. Mas, quando ouvem o anúncio da Ressurreição, acolhem-no com fé. E os dois homens em trajes resplandecentes introduzem um verbo fundamental: lembrai. «Lembrai-vos de como vos falou, quando ainda estava na Galiléia (...) Recordaram-se então das suas palavras» (Lc 24, 6.8). Este é o convite a fazer memória do encontro com Jesus, das suas palavras, dos seus gestos, da sua vida; e é precisamente este recordar amorosamente a experiência com o Mestre que faz as mulheres superarem todo o medo e levarem o anúncio da Ressurreição aos Apóstolos e a todos os restantes (cf. Lc 24, 9). Fazer memória daquilo que Deus fez e continua a fazer por mim, por nós, fazer memória do caminho percorrido; e isto abre de par em par o coração à esperança para o futuro. Aprendamos a fazer memória daquilo que Deus fez na nossa vida.

Nesta Noite de luz, invocando a intercessão da Virgem Maria, que guardava todos os acontecimentos no seu coração (cf. Lc 2, 19.51), peçamos ao Senhor que nos torne participantes da sua Ressurreição: que nos abra à sua novidade que transforma, às surpresas de Deus, que são tão belas; que nos torne homens e mulheres capazes de fazer memória daquilo que Ele opera na nossa história pessoal e na do mundo; que nos torne capazes de O percebermos como o Vivente, vivo e operante no meio de nós; que nos ensine, queridos irmãos e irmãs, cada dia a não procurarmos entre os mortos Aquele que está vivo. Assim seja.



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Videomensagem do Santo Padre Francisco na ostensão do Santo Sudário, Sábado Santo 30 de Março de 2013
[
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VIDEOMENSAGEM DO SANTO PADRE FRANCISCO
NA OSTENSÃO DO SANTO SUDÁRIO

Sábado Santo, 30 de Março de 2013


Amados irmãos e irmãs,

Juntamente convosco coloco-me também eu diante do Santo Sudário, e agradeço ao Senhor por esta possibilidade que nos oferecem os instrumentos de hoje.

Embora realizado desta forma, o nosso ato de presença não é uma simples visão, mas uma veneração: é um olhar de oração. Diria mais: é um deixar-se olhar. Este Rosto tem os olhos fechados – é o rosto de um defunto – e todavia, misteriosamente, olha-nos e, no silêncio, fala-nos. Como é possível? Por que motivo quer o povo fiel, como vós, deter-se diante deste Ícone de um Homem flagelado e crucificado? Porque o Homem do Sudário nos convida a contemplar Jesus de Nazaré. Esta imagem – impressa no lençol – fala ao nosso coração e impele-nos a subir o Monte do Calvário, a olhar o madeiro da Cruz, a mergulhar-nos no silêncio eloquente do amor.

Deixemo-nos, pois, alcançar por este olhar, que não procura os nossos olhos, mas o nosso coração. Ouçamos o que nos quer dizer, no silêncio, ultrapassando a própria morte. Através do Santo Sudário, chega-nos a Palavra única e última de Deus: o Amor feito homem, encarnado na nossa história; o Amor misericordioso de Deus, que tomou sobre Si todo o mal do mundo para nos libertar do seu domínio. Este Rosto desfigurado parece-se com muitos rostos de homens e mulheres feridos por uma vida não respeitadora da sua dignidade, por guerras e violências que se abatem sobre os mais frágeis... E no entanto o Rosto do Sudário comunica uma grande paz; este Corpo torturado exprime uma soberana majestade. É como se deixasse transparecer uma energia refreada mas poderosa, é como se nos dissesse: tem confiança, não percas a esperança; a força do amor de Deus, a força do Ressuscitado tudo vence.

Por isso, contemplando o Homem do Sudário, faço minha, neste momento, a oração que São Francisco de Assis pronunciou diante do Crucifixo:

Deus altíssimo e glorioso,
iluminai as trevas do meu coração.
E dai-me fé reta, esperança certa e caridade perfeita,
juízo e conhecimento, Senhor,
para cumprir o vosso mandamento santo e verdadeiro. Amém.

 

SANTA PÁSCOA A TODOS OS NOSSOS AMIGOS. CRISTO RESSUSCITOU VERDADEIRAMENTE E ESTÁ VIVO EM CADA UM DE NÓS

resurrection icon

¡SANTAS PASCUAS!

A la Víctima pascual
entonen alabanzas los cristianos.
El Cordero redimió a las ovejas;
Cristo inocente reconcilió
con su Padre a los pecadores
(De la Secuencia de la Misa del Domingo de Resurrección)
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pascua2013-1

Celebração da Paixão do Senhor , Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português

Celebração da Paixão do Senhor (Vídeo)[Alemão, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Português]




HOMILIA DE F
REI RANIERO CANTALAMESSA


Basílica de São Pedro
Sexta-feira Santa, 29 de Março de 2013


"Todos pecaram e se privaram da glória de Deus, mas foram justificados gratuitamente pela sua graça, por meio da redenção que há em Cristo Jesus. Deus o predeterminou para a propiciação por meio da fé no seu sangue [...], para provar a sua justiça no tempo presente, a fim de que ele seja justo e justifique aquele que tem fé em Jesus" (Rm 3, 23-26).

Chegamos ao ápice do ano da fé e ao seu momento decisivo. Esta é a fé que salva, "a fé que vence o mundo" (1 Jo 5,5)! A fé – apropriação, pela qual tornamos nossa a salvação operada por Cristo e nos vestimos do manto da sua justiça. Por um lado, temos a mão estendida de Deus, que oferece a sua graça ao homem; por outro, a mão do homem, que se estende para recebê-la mediante a fé. A "nova e eterna aliança" é selada com um aperto de mão entre Deus e o homem.

Nós temos a possibilidade de tomar, neste dia, a decisão mais importante da vida, aquela que nos abre de par em par os portões da eternidade: acreditar! Acreditar que "Jesus morreu pelos nossos pecados e ressuscitou para a nossa justificação" (Rm 4, 25)! Numa homilia pascal do século IV, o bispo proclamava estas palavras excepcionalmente contemporâneas e, de certa forma, existenciais: "Para cada homem, o princípio da vida é aquele a partir do qual Cristo foi imolado por ele. Mas Cristo se imola por ele no momento em que ele reconhece a graça e se torna consciente da vida que aquela imolação lhe proporcionou" (Homilia de Páscoa no ano de 387; SCh 36, p. 59 s.).

Que extraordinário! Esta Sexta-feira Santa, celebrada no ano da fé e na presença do novo sucessor de Pedro, poderá ser, se quisermos, o início de uma nova vida. O bispo Hilário de Poitiers, que se converteu ao cristianismo quando já era adulto, afirmava, ao repensar na sua vida passada: "Antes de te conhecer, eu não existia".

O necessário é apenas nos situarmos na verdade, reconhecermos que precisamos ser justificados, que não nos auto-justificamos. O publicano da parábola subiu ao templo e fez uma brevíssima oração: "Ó Deus, tem piedade de mim, pecador". E Jesus diz que aquele homem foi para casa "justificado", ou seja, transformado em homem justo, perdoado, feito criatura nova; cantando alegremente, penso eu, dentro do seu coração (Lc 18,14). O que ele tinha feito de tão extraordinário? Nada. Ele se colocou na verdade diante de Deus, e esta é a única coisa de que Deus precisa para agir.ler...



 

quinta-feira, 28 de março de 2013

Santa Missa Crismal (Vídeo)[Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português]

SANTA MESSA NELLA CENA DEL SIGNORE OMELIA DEL SANTO PADRE FRANCESCO. Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português
Santa Missa na Ceia do Senhor (Video)[Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português]

SANTA MESSA NELLA CENA DEL SIGNORE

OMELIA DEL SANTO PADRE FRANCESCO

Istituto Penale per Minori di "Casal del Marmo" in Roma
Giovedì Santo, 28 marzo 2013

(Video)

Questo è commovente. Gesù che lava i piedi ai suoi discepoli. Pietro non capiva nulla, rifiutava. Ma Gesù gli ha spiegato. Gesù – Dio – ha fatto questo! E Lui stesso spiega ai discepoli: «Capite quello che ho fatto per voi? Voi mi chiamate il Maestro e il Signore, e dite bene, perché lo sono. Se dunque io, il Signore e il Maestro, ho lavato i piedi a voi, anche voi dovete lavare i piedi gli uni agli altri. Vi ho dato un esempio, infatti, perché anche voi facciate come ho fatto io» (Gv 13,12-15). E’ l’esempio del Signore: Lui è il più importante e lava i piedi, perché fra noi quello che è il più alto deve essere al servizio degli altri. E questo è un simbolo, è un segno, no? Lavare i piedi è: “io sono al tuo servizio”. E anche noi, fra noi, non è che dobbiamo lavare i piedi tutti i giorni l’uno all’altro, ma che cosa significa questo? Che dobbiamo aiutarci, l’un l’altro. A volte mi sono arrabbiato con uno, con un’altra … ma… lascia perdere, lascia perdere, e se ti chiede un favore, fatelo. Aiutarci l’un l’altro: questo Gesù ci insegna e questo è quello che io faccio, e lo faccio di cuore, perché è mio dovere. Come prete e come vescovo devo essere al vostro servizio. Ma è un dovere che mi viene dal cuore: lo amo. Amo questo e amo farlo perché il Signore così mi ha insegnato. Ma anche voi, aiutateci: aiutateci sempre. L’un l’altro. E così, aiutandoci, ci faremo del bene. Adesso faremo questa cerimonia di lavarci i piedi e pensiamo, ciascuno di noi pensi: “Io davvero sono disposta, sono disposto a servire, ad aiutare l’altro?”. Pensiamo questo, soltanto. E pensiamo che questo segno è una carezza di Gesù, che fa Gesù, perché Gesù è venuto proprio per questo: per servire, per aiutarci.


EL PAPA FRANCISCO ADVIERTE A LOS SACERDOTES DE QUE LA INSATISFACCIÓN PROVIENE DE NO SALIR DE SI MISMOS . Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português

Santa Missa Crismal (Vídeo)[Alemão, Árabe, Espanhol, Francês, Inglês, Italiano, Polonês, Português]


HOMILIA DO SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica VaticanaQuinta-feira Santa, 28 de março de 2013
Amados irmãos e irmãs,

Com alegria, celebro pela primeira vez a Missa Crismal como Bispo de Roma. Saúdo com afecto a todos vós, especialmente aos amados sacerdotes que hoje recordam, como eu, o dia da Ordenação.

As Leituras e o Salmo falam-nos dos «Ungidos»: o Servo de Javé referido por Isaías, o rei David e Jesus nosso Senhor. Nos três, aparece um dado comum: a unção recebida destina-se ao povo fiel de Deus, de quem são servidores; a sua unção «é para» os pobres, os presos, os oprimidos… Encontramos uma imagem muito bela de que o santo crisma «é para» no Salmo 133: «É como óleo perfumado derramado sobre a cabeça, a escorrer pela barba, a barba de Aarão, a escorrer até à orla das suas vestes» (v. 2). Este óleo derramado, que escorre pela barba de Aarão até à orla das suas vestes, é imagem da unção sacerdotal, que, por intermédio do Ungido, chega até aos confins do universo representado nas vestes.

As vestes sagradas do Sumo Sacerdote são ricas de simbolismos; um deles é o dos nomes dos filhos de Israel gravados nas pedras de ónix que adornavam as ombreiras do efod, do qual provém a nossa casula actual: seis sobre a pedra do ombro direito e seis na do ombro esquerdo (cf. Ex 28, 6-14). Também no peitoral estavam gravados os nomes das doze tribos de Israel (cf. Ex 28, 21). Isto significa que o sacerdote celebra levando sobre os ombros o povo que lhe está confiado e tendo os seus nomes gravados no coração. Quando envergamos a nossa casula humilde pode fazer-nos bem sentir sobre os ombros e no coração o peso e o rosto do nosso povo fiel, dos nossos santos e dos nossos mártires, que são tantos neste tempo.
Depois da beleza de tudo o que é litúrgico – que não se reduz ao adorno e bom gosto dos paramentos, mas é presença da glória do nosso Deus que resplandece no seu povo vivo e consolado –, fixemos agora o olhar na acção. O óleo precioso, que unge a cabeça de Aarão, não se limita a perfumá-lo a ele, mas espalha-se e atinge «as periferias». O Senhor dirá claramente que a sua unção é para os pobres, os presos, os doentes e quantos estão tristes e abandonados. A unção, amados irmãos, não é para nos perfumar a nós mesmos, e menos ainda para que a conservemos num frasco, pois o óleo tornar-se-ia rançoso... e o coração amargo.

O bom sacerdote reconhece-se pelo modo como é ungido o seu povo; temos aqui uma prova clara. Nota-se quando o nosso povo é ungido com óleo da alegria; por exemplo, quando sai da Missa com o rosto de quem recebeu uma boa notícia. O nosso povo gosta do Evangelho quando é pregado com unção, quando o Evangelho que pregamos chega ao seu dia a dia, quando escorre como o óleo de Aarão até às bordas da realidade, quando ilumina as situações extremas, «as periferias» onde o povo fiel está mais exposto à invasão daqueles que querem saquear a sua fé. As pessoas agradecem-nos porque sentem que rezámos a partir das realidades da sua vida de todos os dias, as suas penas e alegrias, as suas angústias e esperanças. E, quando sentem que, através de nós, lhes chega o perfume do Ungido, de Cristo, animam-se a confiar-nos tudo o que elas querem que chegue ao Senhor: «Reze por mim, padre, porque tenho este problema», «abençoe-me, padre», «reze para mim»… Estas confidências são o sinal de que a unção chegou à orla do manto, porque é transformada em súplica – súplica do Povo de Deus.
Quando estamos nesta relação com Deus e com o seu Povo e a graça passa através de nós, então somos sacerdotes, mediadores entre Deus e os homens. O que pretendo sublinhar é que devemos reavivar sempre a graça, para intuirmos, em cada pedido – por vezes inoportuno, puramente material ou mesmo banal (mas só aparentemente!) –, o desejo que tem o nosso povo de ser ungido com o óleo perfumado, porque sabe que nós o possuímos. Intuir e sentir, como o Senhor sentiu a angústia permeada de esperança da hemorroíssa quando ela Lhe tocou a fímbria do manto. Este instante de Jesus, no meio das pessoas que O rodeavam por todos os lados, encarna toda a beleza de Aarão revestido sacerdotalmente e com o óleo que escorre pelas suas vestes. É uma beleza escondida, que brilha apenas para aqueles olhos cheios de fé da mulher atormentada com as perdas de sangue. Os próprios discípulos – futuros sacerdotes – não conseguem ver, não compreendem: na «periferia existencial», vêem apenas a superficialidade duma multidão que aperta Jesus de todos os lados quase O sufocando (cf. Lc 8, 42). Ao contrário, o Senhor sente a força da unção divina que chega às bordas do seu manto.

É preciso chegar a experimentar assim a nossa unção, com o seu poder e a sua eficácia redentora: nas «periferias» onde não falta sofrimento, há sangue derramado, há cegueira que quer ver, há prisioneiros de tantos patrões maus. Não é, concretamente, nas auto-experiências ou nas reiteradas introspecções que encontramos o Senhor: os cursos de auto-ajuda na vida podem ser úteis, mas viver a nossa vida sacerdotal passando de um curso ao outro, de método em método leva a tornar-se pelagianos, faz-nos minimizar o poder da graça, que se activa e cresce na medida em que, com fé, saímos para nos dar a nós mesmos oferecendo o Evangelho aos outros, para dar a pouca unção que temos àqueles que não têm nada de nada.
O sacerdote, que sai pouco de si mesmo, que unge pouco – não digo «nada», porque, graças a Deus, o povo nos rouba a unção –, perde o melhor do nosso povo, aquilo que é capaz de activar a parte mais profunda do seu coração presbiteral.
Quem não sai de si mesmo, em vez de ser mediador, torna-se pouco a pouco um intermediário, um gestor. A diferença é bem conhecida de todos: o intermediário e o gestor «já receberam a sua recompensa». É que, não colocando em jogo a pele e o próprio coração, não recebem aquele agradecimento carinhoso que nasce do coração; e daqui deriva precisamente a insatisfação de alguns, que acabam por viver tristes, padres tristes, e transformados numa espécie de coleccionadores de antiguidades ou então de novidades, em vez de serem pastores com o «cheiro das ovelhas» – isto vo-lo peço: sede pastores com o «cheiro das ovelhas», que se sinta este –, serem pastores no meio do seu rebanho, e pescadores de homens. É verdade que a chamada crise de identidade sacerdotal nos ameaça a todos e vem juntar-se a uma crise de civilização; mas, se soubermos quebrar a sua onda, poderemos fazer-nos ao largo no nome do Senhor e lançar as redes. É um bem que a própria realidade nos faça ir para onde, aquilo que somos por graça, apareça claramente como pura graça, ou seja, para este mar que é o mundo actual onde vale só a unção – não a função – e se revelam fecundas unicamente as redes lançadas no nome d’Aquele em quem pusemos a nossa confiança: Jesus.

Amados fiéis, permanecei unidos aos vossos sacerdotes com o afecto e a oração, para que sejam sempre Pastores segundo o coração de Deus.

Amados sacerdotes, Deus Pai renove em nós o Espírito de Santidade com que fomos ungidos, o renove no nosso coração de tal modo que a unção chegue a todos, mesmo nas «periferias» onde o nosso povo fiel mais a aguarda e aprecia. Que o nosso povo sinta que somos discípulos do Senhor, sinta que estamos revestidos com os seus nomes e não procuramos outra identidade; e que ele possa receber, através das nossas palavras e obras, este óleo da alegria que nos veio trazer Jesus, o Ungido. Amen.
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quarta-feira, 27 de março de 2013

Primeira Audiência Geral do Papa Francisco


 

Irmãos e irmãs, bom dia!

Tenho o prazer de acolher-vos nesta minha primeira Audiência Geral. Com grande reconhecimento e veneração acolho o “testemunho” das mãos do meu amado predecessor Bento XVI. Depois da Páscoa retomaremos as catequeses do Ano da Fé. Hoje gostaria de concentrar-me um pouco sobre a Semana Santa. Com o Domingo de Ramos iniciamos esta Semana – centro de todo o Ano Litúrgico – na qual acompanhamos Jesus durante a sua Paixão, Morte e Ressurreição.

Mas o que pode querer dizer viver a Semana Santa para nós? O que significa seguir Jesus no seu caminho no Calvário para a Cruz e a ressurreição? Na sua missão terrena, Jesus percorreu os caminhos da Terra Santa; chamou 12 pessoas simples para que permanecessem com Ele, compartilhando o seu caminho, e para que continuassem a sua missão; escolheu-as entre o povo cheio de fé nas promessas de Deus. Falou a todos, sem distinção, aos grandes e aos humildes, ao jovem rico e à pobre viúva, aos poderosos e aos indefesos; levou a misericórdia e o perdão de Deus; curou, consolou, compreendeu; deu esperança; a todos levou a presença de Deus que se interessa por cada homem e cada mulher, como faz um bom pai e uma boa mãe para cada um de seus filhos.

Deus não esperou que fôssemos a Ele, mas foi Ele que se moveu para nós, sem cálculos, sem medidas. Deus é assim: Ele dá sempre o primeiro passo, Ele move-se na nossa direcção. Jesus viveu a realidade quotidiana do povo mais comum: comoveu-se diante da multidão que parecia um rebanho sem pastor; chorou diante do sofrimento de Marta e Maria pela morte do irmão Lázaro; chamou um cobrador de impostos como seu discípulo; sofreu também a traição dum amigo. Nele, Deus deu-nos a certeza de que está connosco, no meio de nós. “As raposas – disse Ele – têm as suas tocas e as aves do céu os seus ninhos, mas o Filho do homem não tem onde reclinar a cabeça” (Mt 8, 20). Jesus não tem casa porque a sua casa é o povo, somos nós, a sua missão é abrir a todos as portas de Deus, ser a presença do amor de Deus.

Na Semana Santa vivemos o ápice deste momento, deste plano de amor que percorre toda a história da relação entre Deus e a humanidade. Jesus entra em Jerusalém para cumprir o último passo, no qual reassume toda a sua existência: doa-se totalmente, não tem nada para si, nem mesmo a vida. Na Última Ceia, com os seus amigos, compartilha o pão e distribui o cálice “por nós”. O Filho de Deus oferece-se a nós, entrega nas nossas mãos o seu Corpo e o seu Sangue, para estar sempre connosco, para morar no meio de nós. E no Monte das Oliveiras, como no processo diante de Pilatos, não oferece resistência, doa-se; é o Servo sofredor profetizado por Isaías que se despojou até a morte (cfr Is 53,12).


Jesus não vive este amor que conduz ao sacrifício de modo passivo ou como um destino fatal; é certo que não esconde a sua profunda inquietação humana diante da morte violenta, mas confia plenamente no Pai. Jesus entregou-se voluntariamente à morte para corresponder ao amor de Deus Pai, em perfeita união com a sua vontade, para demonstrar o seu amor por nós. Na cruz Jesus “amou-me e entregou-se a si mesmo” (Gal 2,20). Cada um de nós pode dizer: amou-me e entregou-se a si mesmo por mim. Cada um pode dizer este “por mim”.

O que significa tudo isto para nós? Significa que este é também o meu, o teu, o nosso caminho. Viver a Semana Santa seguindo Jesus não somente com a emoção do coração; viver a Semana Santa seguindo Jesus quer dizer aprender a sair de nós mesmos, para ir ao encontro dos outros, para ir para as periferias da existência, mover-nos primeiro para os nossos irmãos e as nossas irmãs, sobretudo aqueles mais distantes, aqueles que são esquecidos, aqueles com maior necessidade de compreensão, de consolação, de ajuda. Há tanta necessidade de levar a presença viva de Jesus misericordioso e rico de amor!

Viver a Semana Santa é entrar sempre mais na lógica de Deus, na lógica da Cruz, que não é antes de tudo aquela da dor e da morte, mas aquela do amor e da doação de si que traz vida. É entrar na lógica do Evangelho. Seguir, acompanhar Cristo, permanecer com Ele exige um “sair”, sair. Sair de si mesmo, de um modo cansado e rotineiro de viver a fé, da tentação de fechar-se nos próprios padrões que terminam por fechar o horizonte da acção criativa de Deus. Deus saiu de si mesmo para vir ao meio de nós, colocou a sua tenda entre nós para nos trazer a sua misericórdia, que salva e dá esperança. Também nós, se desejamos segui-Lo e permanecer com Ele, não devemos contentar-nos em permanecer no recinto das 99 ovelhas, devemos “sair”, procurar com Ele a ovelha perdida, aquela mais distante. Lembrem-se bem: sair de nós mesmos como Deus saiu de si mesmo em Jesus e Jesus saiu de si mesmo por todos nós.

Alguém poderia dizer-me: “Mas, padre, não tenho tempo”, “tenho tantas coisas a fazer”, “é difícil”, “o que posso fazer com as minhas poucas forças, também com o meu pecado, com tantas coisas?”. Sempre nos contentamos com alguma oração, com uma Missa dominical distraída e não constante, com qualquer gesto de caridade, mas não temos esta coragem de “sair” para levar Cristo. Somos um pouco como Pedro. Assim que Jesus fala de paixão, morte e ressurreição, de doação de si, de amor para todos, o Apóstolo afasta-o e repreende-o. Aquilo que diz Jesus perturba os seus planos, parece inaceitável, coloca em dificuldade as seguranças que se havia construído, a sua ideia de Messias. E Jesus olha para os discípulos e dirige a Pedro talvez uma das palavras mais duras dos Evangelhos: “Afasta-te de mim, Satanás, porque os teus sentimentos não são os de Deus, mas os dos homens” (Mc 8, 33).

Deus pensa sempre com misericórdia: não se esqueçam disso. Deus pensa sempre com misericórdia: é o Pai misericordioso! Deus pensa como o pai que espera o retorno do filho e vai ao seu encontro, vê-lo vir quando ainda é distante…O que isto significa? Que todos os dias ia ver se o filho retornava a casa: este é o nosso Pai misericordioso. É o sinal que o esperava de coração no terraço de sua casa. Deus pensa como o samaritano que não passa próximo à vítima olhando por outro lado, mas socorre-a sem pedir nada em troca; sem perguntar se ele era judeu, se era pagão, se era samaritano, se era rico, se era pobre: não pergunta nada. Não pergunta essas coisas, não pergunta nada. Vai em seu auxílio: assim é Deus. Deus pensa como o pastor que dá a sua vida para defender e salvar as ovelhas.

A Semana Santa é um tempo de graça que o Senhor nos dá para abrir as portas do nosso coração, da nossa vida, das nossas paróquias – que pena tantas paróquias fechadas! – dos movimentos, das associações, e “sair” de encontro aos outros, fazer-nos próximos para levar a luz e a alegria da nossa fé. Sair sempre! E isto com amor e com a ternura de Deus, no respeito e na paciência, sabendo que nós colocamos as nossas mãos, os nossos pés, o nosso coração, mas em seguida é Deus que os orienta e torna fecunda cada acção nossa.

Desejo que todos vivam bem estes dias, seguindo o Senhor com coragem, levando em nós mesmos um rasgo do seu amor a quantos encontrarmos.

FRANCIS' FIRST GENERAL AUDIENCE: FOLLOWING JESUS IS LEARNING TO GO OUT OF OURSELVES- PRIMERA AUDIENCIA GENERAL DE FRANCISCO: SEGUIR A JESÚS ES APRENDER A SALIR DE NOSOTROS MISMOS

 



Vatican City, 27 March 2013 (VIS) - “I am happy to welcome you to this, my first general audience,” Pope Francis said to the thousands of faithful who filled St. Peter's Square to participate in the Bishop of Rome's first catechesis. “With gratitude and veneration,” he continued, “I take up this 'witness' from the hands of my beloved predecessor, Pope Benedict XVI. After Easter we will return to the catechesis of the Year of Faith. Today I want to focus on Holy Week. We began this week—the heart of the entire liturgical year—during which we accompany Jesus in his Passion, Death, and Resurrection, with Palm Sunday.
“But what,” the Pope asked, “does it mean for us to live Holy Week? What does it mean to follow Jesus on his journey to Calvary, toward the Cross and his Resurrection? On his earthly mission, Jesus walked the streets of the Holy Land. He called 12 simple persons to stay with him, sharing his path and continuing his mission … He spoke to everyone, without distinction: to the great and the humble ... the powerful and the weak. He brought God's mercy and forgiveness. He healed, consoled, understood. He gave hope. He brought to all the presence of God who cares for every man and woman as a good father and a good mother cares for each of their children.”
“God,” Francis emphasized, “didn't wait for us to come to him. It was He who came to us. … Jesus lived the everyday reality of the most common persons. … He cried when he saw Martha and Mary suffering for the death of their brother Lazarus … He also experienced the betrayal of a friend. In Christ, God has given us the assurance that He is with us, in our midst. … Jesus has no home because his home is the people, us ourselves. His mission is to open the doors to God for all, to be the presence of God's love.”
“During Holy Week we are living the apex … of this plan of love that runs throughout the history of the relationship between God and humanity. Jesus enters into Jerusalem to take the final step in which his entire existence is summed up. He gives himself completely, keeping nothing for himself, not even his life. At the Last Supper, with his friends, He shares the bread and distributes the chalice 'for us'. The Son of God offers himself to us; puts his Body and his Blood in our hands to be always with us … And in the Garden of the Mount of Olives, as at the trial before Pilate, he makes no resistance, but gives himself.”
“Jesus doesn't live this love that leads to sacrifice passively or as his fatal destiny. He certainly didn't hide his deep human turmoil when faced with violent death, but he entrusted himself to the Father with full confidence ... to show his love for us. Each one of us can say, 'Jesus loved me and gave himself up for me'.”
“What does this mean for us? It means that this path is also mine, also yours, also our path. Living Holy Week, following Jesus not only with moved hearts, means learning to come out of ourselves … in order to meet others, in order to go toward the edges of our existence, to take the first steps towards our brothers and sisters, especially those who are farthest from us, those who are forgotten, those who need understanding, consolation, and assistance.”
“Living Holy Week is always going deeper into God's logic, into the logic of the Cross, which is not first and foremost a logic of sorrow and death but one of love and the self giving that brings life. It is entering into the logic of the Gospel. Following, accompanying Christ, staying with him when he demands that we 'go out': out of ourselves, out of a tired and habitual way of living the faith, out of the temptation of locking ourselves in our own schemes that wind up closing the horizon of God's creative action. God went out of himself in order to come amongst us … to bring us the mercy … that saves and gives hope. And we, if we want to follow and remain with him, cannot be satisfied with staying in the sheep pen with the ninety-nine sheep. We have to 'go out', to search for the little lost sheep, the furthest one, with him.”
“Often,” he observed, “we settle for some prayers, a distracted and infrequent Sunday Mass, some act of charity, but we don't have this courage to 'go out' and bring Christ. We are a little like St. Peter. As soon as Jesus talks of his passion, death, and resurrection, of giving himself and love for all, the Apostle takes him aside and scolds him. What Jesus is saying shakes up his plans, seems unacceptable, the safe certainty he had constructed, his idea of the Messiah, in difficulty. And Jesus … addressing some of the harshest words of the Gospel to Peter, says: 'Get behind me, Satan. You are thinking not as God does, but as human beings do.' God thinks mercifully. God thinks like a father who awaits the return of his son and goes out to meet him, sees him coming when he is still afar … a sign that he was awaiting him every day from the terrace of his house. God thinks like the Samaritan who doesn't pass by the unfortunate man, pitying him or looking away, but rather assisting him without asking anything in return, without asking if he was a Jew or a Samaritan, rich or poor.”
“Holy Week,” Francis concluded, “is a time of grace that the Lord gives us to open the doors of our hearts, of our lives, of our parishes—so many closed parishes are a shame—of our movements and associations, to 'go out' and meet others, to draw near them and bring them the light and joy of our faith. To always go out with the love and tenderness of God!”
After the catechesis and the summaries in different languages that the Gospel readers gave, the Pope greeted all the groups in Italian. Also in Italian, he addressed, among other groups, the university students participating in the international UNIV Congress sponsored by the Prelature of Opus Dei, thanking them for their prayers and affection for the Pope. “With your presence in the university world, each one of you carries out what St. Josemaria Escriva wished for: 'It is in the midst of the most material things of the earth that we must sanctify ourselves, serving God and all humankind'.”

PREMIERE AUDIENCE GENERALE DU PAPE FRANCOIS: APPRENDRE A SORTIR DE NOUS-MEMES




Cité du Vatican, 27 mars 2013 (VIS). "Je suis heureux de vous accueillir à ma première audience générale", a dit le Pape François aux milliers de fidèles présents place St.Pierre pour participer à la première catéchèse de l'Evêque de Rome. "C'est avec gratitude et vénération -a-t-il poursuivi- que je prends le témoin des mains de mon prédécesseur Benoît XVI. Après Pâques, nous reprendrons les catéchèses de l'Année de la Foi. Aujourd'hui, je voudrais m'arrêter sur la Semaine sainte. Avec le dimanche des Rameaux, nous avons commencé cette semaine, centre de toute l'année liturgique, pendant laquelle nous accompagnons Jésus dans sa Passion, sa mort et sa résurrection".
"Mais -a demandé le Pape- que signifie vivre la Semaine sainte pour nous? Que signifie suivre Jésus dans son chemin sur le calvaire vers la croix et la résurrection? Dans sa mission terrestre, Jésus a parcouru les routes de Terre sainte; il a appelé douze personnes simples pour qu'elles restent avec lui, qu'elles partagent son chemin et qu'elles continuent sa mission...; il a parlé à tous sans distinction, aux grands et aux humbles..., aux puissants et aux faibles; il a porté la miséricorde et le pardon de Dieu; il a guéri, consolé, compris; il a donné l'espérance; il a porté à tous la présence de Dieu qui s'intéresse à tout homme et toute femme, comme le fait un bon père et une bonne mère envers chacun de ses enfants. Dieu n'attend pas qu'ils viennent à Lui, mais c'est Lui qui est allé vers nous... Jésus a vécu les réalités quotidiennes des gens les plus communs...: il a pleuré devant les souffrances de Marthe et Marie pour la mort de leur frère Lazare...; il a aussi vécu la trahison d'un ami. En Lui, Dieu nous a donné la certitude qu'il est avec nous, au milieu de nous... Jésus n'a pas de maison car sa maison ce sont les gens, c'est nous, sa mission est d'ouvrir à tous les portes de Dieu, d'être la présence d'amour de Dieu".
Pendant la Semaine sainte, nous vivons "le sommet...de ce plan d'amour qui parcourt toute l'histoire des rapports entre Dieu et l'humanité. Jésus entre à Jérusalem pour faire le dernier pas, par lequel il résume toute son existence: il se donne totalement, ne garde rien pour lui, pas même la vie. Lors de la dernière Cène avec ses amis, il partage le pain et distribue le calice pour nous. Le Fils de Dieu s'offre à nous, remet dans nos mains son Corps et son Sang pour être toujours avec nous... Et dans le jardin des Oliviers, comme pendant son procès devant Pilate, il n'oppose pas de résistance, il se donne... Jésus ne vit pas cet amour qui conduit au sacrifice de façon passive ou comme une fatalité; certes, il ne cache pas son trouble humain profond face à une mort violente, mais il s'en remet avec une pleine confiance au Père...pour montrer son amour pour nous. Chacun peut dire: Jésus m'a aimé et il s'est livré pour moi, pour moi. Que signifie tout cela pour nous? Cela signifie qu'il s'agit de ma route, de la tienne, de notre route. Vivre la Semaine sainte en suivant Jésus pas seulement avec émotion, cela veut dire apprendre à sortir de nous-mêmes...pour aller à la rencontre des autres, pour aller vers les périphéries de l'existence, nous bouger, nous les premiers, vers nos frères et nos sœurs, surtout ceux qui sont les plus éloignés, les oubliés, ceux qui ont le plus besoin de compréhension, de consolation, d'aide".
"Vivre la Semaine sainte c'est entrer toujours plus dans la logique de Dieu, dans la logique de la Croix, qui n'est pas avant tout celle de la douleur et de la mort, mais celle de l'amour et du don de soi qui donne vie. C'est entrer dans la logique de l'Evangile. Suivre, accompagner le Christ, rester avec Lui exige de sortir: de soi-même, d'une façon routinière de vivre la foi, de la tentation de se renfermer dans ces schémas qui finissent par fermer l'horizon de l'action créative de Dieu. Dieu est sorti de lui-même pour venir au milieu de nous...pour nous apporter la miséricorde...qui sauve et donne l'espérance. Nous aussi, si nous voulons le suivre et rester avec Lui, nous ne devons pas nous contenter de rester dans l'enceinte des quatre-vingt-dix-neuf brebis; nous devons sortir, chercher avec Lui la brebis perdue, celle qui est la plus éloignée".
"Souvent -a souligné le Saint-Père- nous nous contentons de quelques prières, d'une messe dominicale distraite et non constante, de quelque geste de charité, mais nous n'avons pas ce courage de sortir pour apporter le Christ. Nous sommes un peu comme saint Pierre. Dès que Jésus parle de passion, de mort et de résurrection, de don de soi, d'amour vers tous, l'apôtre le prend à part et le réprimande. Ce que dit Jésus bouleverse ses plans, apparaît inacceptable, met en difficulté les sécurités qu'il s'était construites, son idée du Messie. Et Jésus...adresse à Pierre peut-être une des paroles les plus dures des Evangiles: Passe derrière moi Satan! Parce que tu ne penses pas selon Dieu, mais selon les hommes. Dieu pense avec miséricorde; Dieu pense comme le père qui attend le retour de son fils et qui va à sa rencontre, qui le voit venir alors qu'il est encore loin... signe qu'il l'attendait tous les jours depuis la terrasse de sa maison. Dieu pense comme le samaritain qui ne passe pas près du malchanceux en le plaignant ou en regardant de l'autre côté, mais en le secourant sans rien demander en échange, sans lui demander s'il était juif, samaritain, riche ou pauvre... La Semaine sainte est un temps de grâce que le Seigneur nous donne pour ouvrir les portes de notre cœur, de notre vie, de nos paroisses, des mouvements, des associations, et sortir à la rencontre des autres, nous rendre proches pour porter la lumière et la joie de notre foi. Sortir toujours, avec l'amour et la tendresse de Dieu!".
Après la catéchèse et les résumés en différentes langues à la charge des lecteurs, le Pape a salué tous les groupes en italien. C'est aussi dans cette langue qu'il s'est adressé, entre autres, aux universitaires qui participent à la rencontre internationale organisée par la Prélature de l'Opus Dei, en les remerciant de leurs prières et de leur affection pour le Pape. "Par votre présence dans le monde universitaire -leur a-t-il dit- chacun de vous réalise ce que souhaitait saint Josemaría Escrivá: C'est au milieu des choses les plus matérielles de la terre, que nous devons nous sanctifier, en servant Dieu et tous les hommes".

PRIMA UDIENZA GENERALE DI PAPA FRANCESCO: SEGUIRE GESÙ VUOL DIRE IMPARARE AD USCIRE DA NOI STESSI



Città del Vaticano, 27 marzo 2013 (VIS). "Sono lieto di accogliervi in questa mia prima Udienza generale", ha detto Papa Francesco alle migliaia di fedeli convenuti in Piazza San Pietro per ascoltare la prima catechesi del Vescovo di Roma. "Con grande riconoscenza e venerazione - ha proseguito il Santo Padre - raccolgo il 'testimone' dalle mani del mio amato predecessore Benedetto XVI. Dopo la Pasqua riprenderemo le catechesi dell’Anno della fede. Oggi vorrei soffermarmi sulla Settimana Santa. Con la Domenica delle Palme abbiamo iniziato questa Settimana – centro di tutto l’Anno Liturgico – in cui accompagniamo Gesù nella sua Passione, Morte e Risurrezione".
"Ma - si è chiesto il Papa - che cosa può voler dire vivere la Settimana Santa per noi? Che cosa significa seguire Gesù nel suo cammino sul Calvario verso la Croce e la Risurrezione? Nella sua missione terrena, Gesù ha percorso le strade della Terra Santa; ha chiamato dodici persone semplici perché rimanessero con Lui, condividessero il suo cammino e continuassero la sua missione (...). Ha parlato a tutti, senza distinzione, ai grandi e agli umili, al giovane ricco e alla povera vedova, ai potenti e ai deboli; ha portato la misericordia e il perdono di Dio; ha guarito, consolato, compreso; ha dato speranza; ha portato a tutti la presenza di Dio che si interessa di ogni uomo e ogni donna, come fa un buon padre e una buona madre verso ciascuno dei suoi figli".
"Dio - ha sottolineato Papa Francesco - non ha aspettato che andassimo da Lui, ma è Lui che si è mosso verso di noi (...). Gesù ha vissuto le realtà quotidiane della gente più comune: (...) ha pianto davanti alla sofferenza di Marta e Maria per la morte del fratello Lazzaro (...); ha subito anche il tradimento di un amico. In Lui Dio ci ha dato la certezza che è con noi, in mezzo a noi. (...) Gesù non ha casa perché la sua casa è la gente, siamo noi, la sua missione è aprire a tutti le porte di Dio, essere la presenza di amore di Dio".
"Nella Settimana Santa noi viviamo il vertice di questo cammino, di questo disegno di amore che percorre tutta la storia dei rapporti tra Dio e l’umanità. Gesù entra in Gerusalemme per compiere l’ultimo passo, in cui riassume tutta la sua esistenza: si dona totalmente, non tiene nulla per sé, neppure la vita. Nell’Ultima Cena, con i suoi amici, condivide il pane e distribuisce il calice 'per noi'. Il Figlio di Dio si offre a noi, consegna nelle nostre mani il suo Corpo e il suo Sangue per essere sempre con noi (...). E nell’Orto degli Ulivi, come nel processo davanti a Pilato, non oppone resistenza, si dona".
"Gesù non vive questo amore che conduce al sacrificio in modo passivo o come un destino fatale; certo non nasconde il suo profondo turbamento umano di fronte alla morte violenta, ma si affida con piena fiducia al Padre. Gesù si è consegnato volontariamente alla morte (...) per dimostrare il suo amore per noi. (...) Ciascuno di noi può dire: Gesù mi ha amato e ha consegnato se stesso per me".
"Che cosa significa tutto questo per noi? Significa che questa è anche la mia, la tua, la nostra strada. Vivere la Settimana Santa seguendo Gesù non solo con la commozione del cuore, (...) vuol dire imparare ad uscire da noi stessi (...) per andare incontro agli altri, per andare verso le periferie dell’esistenza, muoverci noi per primi verso i nostri fratelli e le nostre sorelle, soprattutto quelli più lontani, quelli che sono dimenticati, quelli che hanno più bisogno di comprensione, di consolazione, di aiuto".
"Vivere la Settimana Santa è entrare sempre più nella logica di Dio, nella logica della Croce, che non è prima di tutto quella del dolore e della morte, ma quella dell’amore e del dono di sé che porta vita. È entrare nella logica del Vangelo. Seguire, accompagnare Cristo, rimanere con Lui esige un 'uscire' (...) da se stessi, da un modo di vivere la fede stanco e abitudinario, dalla tentazione di chiudersi nei propri schemi che finiscono per chiudere l’orizzonte dell’azione creativa di Dio. Dio è uscito da se stesso per venire in mezzo a noi, (...) per portarci la misericordia di Dio che salva e dona speranza. Anche noi, se vogliamo seguirlo e rimanere con Lui, non dobbiamo accontentarci di restare nel recinto delle novantanove pecore, dobbiamo 'uscire', cercare con Lui la pecorella smarrita, quella più lontana".
"Spesso - ha affermato il Papa - ci accontentiamo di qualche preghiera, di una Messa domenicale distratta e non costante, di qualche gesto di carità, ma non abbiamo questo coraggio di 'uscire' per portare Cristo. Siamo un po’ come san Pietro. Non appena Gesù parla di passione, morte e risurrezione, di dono di sé, di amore verso tutti, l’Apostolo lo prende in disparte e lo rimprovera. Quello che dice Gesù sconvolge i suoi piani, appare inaccettabile, mette in difficoltà le sicurezze che si era costruito, la sua idea di Messia. E Gesù (...) rivolge a Pietro forse una delle parole più dure dei Vangeli: 'Va’ dietro a me, Satana! Perché tu non pensi secondo Dio, ma secondo gli uomini'. Dio pensa sempre con misericordia (...) come il padre che attende il ritorno del figlio e gli va incontro, lo vede venire quando è ancora lontano… il segno che lo aspettava di cuore nella terrazza della sua casa; Dio pensa come il samaritano che non passa vicino al malcapitato commiserandolo o guardando dall'altra parte, ma soccorrendolo senza chiedere nulla in cambio; senza chiedere se era ebreo, se era pagano, se era samaritano, se era ricco, se era povero".
"La Settimana Santa - ha concluso Papa Francesco - è un tempo di grazia che il Signore ci dona per aprire le porte del nostro cuore, della nostra vita, delle nostre parrocchie - che pena tante parrocchie chiuse! - dei movimenti, delle associazioni, ed 'uscire' incontro agli altri, farci noi vicini per portare la luce e la gioia della nostra fede. Uscire sempre! E questo con amore e con la tenerezza di Dio".
Al termine della catechesi e delle sintesi nelle diverse lingue che sono state lette dai lettori, il Papa ha salutato tutti i gruppi in italiano. Ancora in italiano si è rivolto agli universitari che partecipano all'incontro internazionale promosso dalla Prelatura dell'Opus Dei, ringraziandoli per le loro preghiere e per il loro affetto al Papa. "Con la vostra presenza nel mondo universitario, ognuno di voi possa realizzare quanto auspicava San Josemaría Escrivá: 'è in mezzo alle cose più materiali della terra che ci dobbiamo santificare, servendo Dio e tutti gli uomini'".

PRIMERA AUDIENCIA GENERAL DE FRANCISCO: SEGUIR A JESÚS ES APRENDER A SALIR DE NOSOTROS MISMOS

Ciudad del Vaticano, 27 marzo 2013 (VIS).-”Me alegra acogeros en esta, que es mi primera audiencia general”, ha dicho el Papa Francisco a los miles de fieles que llenaban la Plaza de San Pedro para participar en la primera catequesis del Obispo de Roma. “Con gratitud y veneración - ha proseguido- recojo el "testigo" de las manos de mi amado predecesor, el Papa Benedicto XVI. Después de la Pascua reanudaremos la catequesis del Año de la fe. Hoy me quiero centrar en la Semana Santa. Con el Domingo de Ramos comenzamos esta semana - el centro de todo el año litúrgico - en la que acompañamos a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección”
“Pero -se ha preguntado el Papa- ¿Qué quiere decir para nosotros vivir la Semana Santa? y “¿Qué significa seguir a Jesús en su camino en el Calvario hacia la Cruz y la Resurrección?” . “En su misión terrenal Jesús recorrió los caminos de Tierra Santa; llamó a doce personas sencillas para que permanecieran con él, compartiesen su camino y continuasen su misión(...); habló a todos, sin distinción, a los grandes y los pequeños... a los poderosos y los débiles; trajo la misericordia y el perdón de Dios; curó, consoló, comprendió; dio esperanza. Trajo a todos la presencia de Dios que se interesa por cada hombre y mujer, como hacen un buen padre y una buena madre por cada uno de sus hijos”.
“Dios- ha subrayado Francisco- no esperó a que fuéramos a Él, fue Él quien vino hacia nosotros(...). Jesús vivió la realidad cotidiana de la gente común (...) lloró cuando vio cómo sufrían Marta y María por la muerte de su hermano Lázaro (...) vivió también la traición de un amigo. En Cristo, Dios nos ha dado la seguridad de que él está con nosotros, en medio de nosotros... Jesús no tiene casa porque su casa es la gente: somos nosotros; su misión es abrir a todos las puertas de Dios, ser la presencia amorosa de Dios”.
En Semana Santa vivimos “la cumbre ... de este plan de amor que corre a través de toda la historia de la relación entre Dios y la humanidad. Jesús entra en Jerusalén para dar el paso final, que resume toda su existencia: se entrega totalmente, no conserva nada para sí mismo, ni siquiera su vida. En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y distribuye el cáliz "para nosotros". El Hijo de Dios se ofrece a nosotros, pone en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar con nosotros siempre ... Y en el huerto de los Olivos, al igual que en el juicio ante Pilatos, no opone resistencia: se entrega”.
Ahora bien “Jesús no vive este amor que lleva al sacrificio pasivamente o como un destino fatal, y desde luego no oculta su profunda turbación humana ante la muerte violenta, pero se entrega con plena confianza al Padre (...) para demostrar su amor por nosotros. Cada uno puede decir: Jesús me ha amado y se ha entregado por mí: por mí”.
“¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa que este camino es el mío, el tuyo y el nuestro. Vivir la Semana Santa, según Jesús, no sólo con un corazón emocionado, es aprender a salir de nosotros mismos (..) para salir al encuentro de los demás, para ir a las afueras de la existencia; ser los primeros en movernos hacia nuestro hermanos y hermanas, especialmente los que están lejos, los que han sido olvidados, los que están más necesitados de comprensión, consuelo y ayuda”.
Vivir la Semana Santa es “entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógica de la Cruz, que no es en primer lugar la del dolor y la muerte, sino la del amor y de la entrega que da vida. Es entrar en la lógica del Evangelio. Seguir a Cristo, acompañarlo, permanecer con él requiere un "salir” de nosotros mismos, de una manera rutinaria de vivir la fe ; de la tentación de encerrarse en unos esquemas que terminan cerrando el horizonte a la acción creadora de Dios Dios salió de sí mismo para venir en medio de nosotros (...) para traer la misericordia (...) que salva y da esperanza. Incluso si queremos seguirlo y permanecer con él, no hay que contentarse con permanecer en el recinto de las noventa y nueve,ovejas tenemos que "salir” para buscar con Él él la oveja perdida, la más lejana”.
A menudo - ha observado - nos conformamos con algunas oraciones, una misa dominical distraída y no constante, un acto de caridad, pero no tenemos el coraje de "salir” para llevar a Cristo. Somos un poco como San Pedro. Tan pronto como Jesús habla de la pasión, muerte y resurrección, de entrega, de amor a todos, el Apóstol le lleva aparte y lo reprende. Lo que Jesús dice altera sus planes, es inaceptable, pone en crisis la seguridad que él había construido, su idea del Mesías. Y Jesús (...) dirige a Pedro una de las más duras palabras del Evangelio: “Va detrás de mí, Satanás! Porque tu no piensas como Dios, sino como los hombres. Dios piensa con misericordia ... como un padre que espera el regreso de su hijo y va a su encuentro, lo ve venir cuando todavía está muy lejos ... ...señal de que lo esperaba todos los días en la terraza de su casa... Dios piensa como el samaritano que no pasa al lado del desgraciado compaciéndolo, sino socorriéndolo sin pedir nada a cambio, sin preguntar si era judío, samaritano, rico o pobre”,
La Semana Santa -ha concluido Francisco- es un tiempo de gracia que el Señor nos da para abrir las puertas de nuestros corazones, de nuestra vida, de nuestras parroquias, de los movimientos, de las asociaciones, y "salir" al encuentro de los demás, acercarnos a ellos para llevar la luz y la alegría de nuestra fe. ¡Salir siempre con el amor y la ternura de Dios”.
Después de la catequesis y de los resúmenes en las diversas lenguas a cargo de los lectores, el Papa saludó a todos y, hablando en italiano se dirigió,entre otros, a los universitarios que participan en el encuentro internacional promovido por la Prelatura del Opus Dei, dándoles las gracias por sus oraciones y afecto al Papa. “Con vuestra presencia en el mundo universitario -dijo- cada uno de vosotros realice lo que deseaba San Josemaría Escrivá: “Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres”.